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Cuando un bodeguero comienza su actividad suele contratar seguros para viñedos que cubren accidentes climatológicos y plagas en viñedo, una helada o una granizada pueden ser habituales en algunas regiones. También se contratan seguros en bodegas, para cubrir robos o accidentes laborales. Pero lo que un bodeguero y/o viticultor no espera nunca es un incendio o un terremoto. Ya sabemos que en ocasiones la naturaleza es caprichosa y nos recuerda su implacable fuerza y lo insignificantes que podemos llegar a ser. Hoy os hablaré de algunas «catástrofes bodegueras».

Caso 1: Terremotos

A las 3:20 de la madruga del 24 de agosto de 2.014 se produjo un terremoto de 6 puntos en la escala de Richter en el Valle de Napa (California). En la primera imagen podemos observar la bodega Trefethen Family Vineyards cuyo edificio que data del 1.886 quedó visiblemente dañado.

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En Matthiasson los desperfectos en la estructura de la bodega fueron menores, pero no podemos decir lo mismo del interior, toda la cosecha 2.013 estaba perdida, se habían venido abajo todas las barricas.

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En noviembre de 2.016 se produjo otro terremoto, esta vez en Nueva Zelanda. Con una fuerza de 7,5 puntos en la escala de Richter; fue incluso capaz de tumbar depósitos de guarda. En la imagen Huia Vineyards en Marlborough.

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Caso 2: Incendios

Nadie esperaba algo así. Un incendio arrasando miles de hectáreas de viñedo y reduciendo bodegas centenarias a cenizas. Fue en octubre de 2.017 cuando los incendios de California arrasaron con todo a su paso, en la conocida región de Santa Rosa (California) lo saben bien. En la imagen, lo que quedó de Paradise Ridge Winery.

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Bajo estas líneas podemos ver a voluntarios corriendo en medio de un viñedo en llamas. Fue en Stellenbosch (Sudáfrica) en enero de 2.015.

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En 2.005 Wines Central fue arrasada por el fuego, perdiéndose más 4,5 millones de botellas de vino con un valor aproximado de 250 millones de dólares. 175 botellas de Port and Angelica 1.875 fueron destruidas en el mismo incendio.

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En resumen; familias arruinadas, puestos de trabajo destruidos, naturaleza debastada y lo más importante, vidas perdidas. Y es qué la naturaleza es caprichosa y en ocasiones malvada.

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